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7 de mayo de 1997: «He ahí a tu madre» | Juan Pablo II
Las palabras: «He ahí a tu madre» expresan la intención de Jesús de suscitar en sus discípulos una actitud de amor y confianza en María, …
Source: www.vatican.va
Date Published: 11/20/2021
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MUJER HE AHÍ A TU HIJO – CELAM
“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a …
Source: www.celam.org
Date Published: 9/30/2022
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¿Por qué dejó Jesús a María al cuidado de Juan?
Jesús debe haber valorado la madurez espiritual de Juan sobre sus bienes materiales. El hecho de que Jesús confíase su madre al cuado de Juan …
Source: www.palabrasbiblicas.net
Date Published: 3/14/2021
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He aquí tu madre | Iglesia Evangélica de Alcorcón
Juan 19:26-27 … 26 Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: —Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al …
Source: iglesiaevangelicadealcorcon.es
Date Published: 7/11/2021
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Mujer, he ahí a tu hijo – Catholic.net
Después de recordar la presencia de María y de las demás mujeres al pie de la cruz del Señor, san Juan refiere: “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al …
Source: es.catholic.net
Date Published: 5/30/2022
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“Mujer, ahí tienes a tu hijo. […] Ahí tienes a tu madre” (Juan 19 …
Si primero fueron sus padres, luego fueron sus nuevos hermanos, esos que llamó por su nombre para que le siguieran en su caminar diario. Jesús …
Source: www.archisevillasiempreadelante.org
Date Published: 2/22/2021
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Qué significa las palabras de Jesús a Juan He aquí a tu madre?
¿Quién dijo él no está aquí porque él ha resucitado? Hunter dijo que las palabras, “No está …
Source: alsina-sa.com
Date Published: 3/1/2021
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Tercera de las Siete Palabras: Mujer, he ahí tu hijo
Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. … conjeturas se han hecho sobre por qué Jesús le encomendó el cuado de su madre a Juan.
Source: www.drpablojimenez.com
Date Published: 10/24/2021
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He ahí a tu Hijo, he ahí a tu madre. (Jn 19,26)
Jesús le dice a María, su madre: “mujer, ahí tienes a tu hijo” haciendo referencia a Juan, el discípulo amado y en ese hijo estamos también tu y yo…
Source: vrencuba.org
Date Published: 8/26/2022
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Juan 19:26 – Bible Gateway
LBLA. Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo* a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! · JBS. Y como vio Jesús a …
Source: www.biblegateway.com
Date Published: 11/28/2021
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- Date Published: 2018. 5. 4.
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¿Cuando dijo Jesús Mujer ahí tienes a tu hijo?
Lectura del santo evangelio según san Juan (19,25-27):
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
¿Por qué Jesús amaba a Juan?
A pesar de todo esto, Jesús realmente amaba a Juan y vio que él tenía potencial heroico, honestidad y un corazón que reciprocaba su amor. Jesús sabía que, bajo la influencia correcta, Juan podía convertirse en un poderoso mensajero de bien y lo llamó a ser su discípulo.
¿Qué le dijo Jesús a Juan?
22 Jesús le dijo: Si quiero que él se aquede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. 23 Entonces se dijo entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?
¿Qué hacía la Virgen María en Juan 19 26 27?
Ya en la cruz, Jesús le dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu madre (Jn 19, 26-27). Desde aquella hora, afirma el apóstol, el discípulo la recibió en su casa. Por ello, la Virgen María también es Madre de todos los cristianos.
¿Qué significa Mujer ahí tienes a tu hijo ahí tienes a tu madre?
«Mujer, ahí tienes a tu hijo» son las palabras que ahora Jesús dirige a su madre como una forma de acompañarla y de consolarla. Al llamarla mujer y no mamá, viene a dignificar a quien realizará la misión del nuevo pueblo de Dios.
¿Que quiso decir Jesús en la sexta palabra en la cruz todo está consumado?
Es cuando realmente decimos que todo está consumado, es decir, que hemos llegado al final para entrar a recorrer los senderos de la eternidad; si hemos sido personas útiles a la sociedad o si hemos tenido comportamientos delincuenciales, este capítulo se verá reflejado en la antesala de la muerte.
¿Quién fue el mejor amigo de Jesús según la Biblia?
En el Evangelio de Juan, el discípulo amado emerge como un amigo cercano y personal del Señor. Junto con Marta, Lázaro y María, Juan es descrito explícitamente en este Evangelio como alguien a quien Jesús amó (véase Juan 11:3, 5).
¿Quién fue el discípulo más amado por Jesús?
Lázaro. La identificación del «Discípulo Amado» con Lázaro de Betania comienza por asumir que en algún otro lugar del cuarto Evangelio canónico se indica la identidad del «Discípulo Amado». A partir de esa premisa, algunos estudiosos buscaron cimentar la idea de que Lázaro era el «Discípulo Amado».
¿Quién era Juan el discipulo amado de Jesús?
Era hijo de Zebedeo, un pescador de Galilea, y de Salomé, quien frecuentaba el círculo de discípulos de Jesús. Según la tradición cristiana, Juan Evangelista fue, junto a su hermano San Santiago Apóstol, uno de los primeros apóstoles de Cristo.
¿Que nos enseña el capítulo 1 de Juan?
Juan enseña que por medio de la obediencia podemos llegar a conocer a Dios, tener comunión con Él y llegar a ser como Él. En los últimos días surgirán anticristos. El amor del Salvador por nosotros se manifiesta a través de Su sacrificio expiatorio.
¿Por que Dios nos llama?
El recibir un llamamiento de Dios significa recibir un nombramiento o invitación de Él, o de los líderes debidamente autorizados de Su Iglesia, para servirle de una manera particular.
¿Cuáles fueron las palabras de Juan cuando vio a Jesús?
29 Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el aCordero de Dios, que quita el bpecado del mundo! 30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón que es antes de mí, porque era primero que yo.
¿Por qué los católicos adoran a la Virgen?
Para la Iglesia católica, la Virgen María es Madre de Dios en cuanto es verdadera madre de Jesús que es Dios. María no engendró al Verbo (segunda persona de la Trinidad) ya que, como Dios, es eterno, pero sí a Jesús que es el Verbo hecho hombre.
¿Cómo murió la Virgen María según la Biblia?
Lo enseñado por Pío XII en la Constitución “Munificentissimus Deus “ es “Que la Inmaculada Madre De Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
¿Qué dice la Biblia de rezar a la Virgen?
María Santísima reza por nosotros como ella oró por sí misma: “Hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: “Haced lo que Él os diga” (Cf Juan 2, 5). “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.
¿Qué dice la cita bíblica Lucas 23 46?
46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi aespíritu. Y habiendo dicho esto, bexpiró. 47 Y cuando el acenturión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
¿Qué dice Juan 19 26?
26 Y cuando vio Jesús a su madre y al adiscípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: bMujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
¿Qué dice Marcos 15 34?
34 Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: ¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? 35 Y al oírle algunos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías.
¿Qué significa la palabra que dijo Jesús tengo sed?
La misión de Jesús en la tierra es dejar el mensaje de salvación y morir en la cruz del calvario por la redención de la humanidad, al decir Jesús «Tengo Sed» lo dijo en un sentido espiritual en un deseo supremo que la humanidad deje las vanalidades de la vida vuelva sus ojos a Dios para que tenga felicidad.
7 de mayo de 1997: «He ahí a tu madre»
JUAN PABLO II
AUDIENCIA
Miércoles 7 de mayo de 1997
«He ahí a tu madre»
1. Jesús, después de haber confiado el discípulo Juan a María con las palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo», desde lo alto de la cruz se dirige al discípulo amado, diciéndole: «He ahí a tu madre» (Jn 19, 26-27). Con esta expresión, revela a María la cumbre de su maternidad: en cuanto madre del Salvador, también es la madre de los redimidos, de todos los miembros del Cuerpo místico de su Hijo.
La Virgen acoge en silencio la elevación a este grado máximo de su maternidad de gracia, habiendo dado ya una respuesta de fe con su «sí» en la Anunciación.
Jesús no sólo recomienda a Juan que cuide con particular amor de María; también se la confía, para que la reconozca como su propia madre.
Durante la última cena, «el discípulo a quien Jesús amaba» escuchó el mandamiento del Maestro: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado » (Jn 15, 12) y, recostando su cabeza en el pecho del Señor, recibió de él un signo singular de amor. Esas experiencias lo prepararon para percibir mejor en las palabras de Jesús la invitación a acoger a la mujer que le fue dada como madre y a amarla como él con afecto filial.
Ojalá que todos descubran en las palabras de Jesús: «He ahí a tu madre», la invitación a aceptar a María como madre, respondiendo como verdaderos hijos a su amor materno.
2. A la luz de esta consigna al discípulo amado, se puede comprender el sentido auténtico del culto mariano en la comunidad eclesial, pues ese culto sitúa a los cristianos en la relación filial de Jesús con su Madre, permitiéndoles crecer en la intimidad con ambos.
El culto que la Iglesia rinde a la Virgen no es sólo fruto de una iniciativa espontánea de los creyentes ante el valor excepcional de su persona y la importancia de su papel en la obra de la salvación; se funda en la voluntad de Cristo.
Las palabras: «He ahí a tu madre» expresan la intención de Jesús de suscitar en sus discípulos una actitud de amor y confianza en María, impulsándolos a reconocer en ella a su madre, la madre de todo creyente.
En la escuela de la Virgen, los discípulos aprenden, como Juan, a conocer profundamente al Señor y a entablar una íntima y perseverante relación de amor con él. Descubren, además, la alegría de confiar en el amor materno de María, viviendo como hijos afectuosos y dóciles.
La historia de la piedad cristiana enseña que María es el camino que lleva a Cristo y que la devoción filial dirigida a ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el contrario, la acrecienta y la lleva a altísimos niveles de perfección.
Los innumerables santuarios marianos esparcidos por el mundo testimonian las maravillas que realiza la gracia por intercesión de María, Madre del Señor y Madre nuestra.
Al recurrir a ella, atraídos por su ternura, también los hombres y las mujeres de nuestro tiempo encuentran a Jesús, Salvador y Señor de su vida.
Sobre todo los pobres, probados en lo más íntimo, en los afectos y en los bienes, encontrando refugio y paz en la Madre de Dios, descubren que la verdadera riqueza consiste para todos en la gracia de la conversión y del seguimiento de Cristo.
3. El texto evangélico, siguiendo el original griego, prosigue: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus bienes» (Jn 19, 27), subrayando así la adhesión pronta y generosa de Juan a las palabras de Jesús, e informándonos sobre la actitud que mantuvo durante toda su vida como fiel custodio e hijo dócil de la Virgen.
La hora de la acogida es la del cumplimiento de la obra de salvación. Precisamente en ese contexto, comienza la maternidad espiritual de María y la primera manifestación del nuevo vínculo entre ella y los discípulos del Señor.
Juan acogió a María «entre sus bienes ». Esta expresión, más bien genérica, pone de manifiesto su iniciativa, llena de respeto y amor, no sólo de acoger a María en su casa, sino sobre todo de vivir la vida espiritual en comunión con ella.
En efecto, la expresión griega, traducida al pie de la letra «entre sus bienes», no se refiere a los bienes materiales, dado que Juan —como observa san Agustín (In Ioan. Evang. tract., 119, 3)— «no poseía nada propio», sino a los bienes espirituales o dones recibidos de Cristo: la gracia (Jn 1, 16), la Palabra (Jn 12, 48; 17, 8), el Espíritu (Jn 7, 39; 14, 17), la Eucaristía (Jn 6, 32-58)… Entre estos dones, que recibió por el hecho de ser amado por Jesús, el discípulo acoge a María como madre, entablando con ella una profunda comunión de vida (cf. Redemptoris Mater, 45, nota 130).
Ojalá que todo cristiano, a ejemplo del discípulo amado, «acoja a María en su casa» y le deje espacio en su vida diaria, reconociendo su misión providencial en el camino de la salvación.
Saludos
Deseo saludar ahora cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al señor cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, con sus condiscípulos sacerdotes venidos a Roma para celebrar el cuarenta aniversario de ordenación. También a los componentes del segundo curso de la Escuela de Estado Mayor del Ejército español, que han querido peregrinar hasta la tumba de Pedro en su viaje de fin de curso. A todas las personas y grupos venidos de España y América Latina os deseo que descubráis en las palabras de Jesús la invitación a aceptar a María como madre, correspondiendo como verdaderos hijos a su materno amor. Con afecto os imparto la bendición apostólica.
(A los fieles belgas y holandeses)
La Iglesia celebra mañana la solemnidad de la Ascensión del Señor. Pedid los próximos días especialmente el don del Espíritu Santo, a fin de que recibáis la fuerza para testimoniar el amor de Cristo a los hombres.
(A los lituanos)
Al comienzo del mes de mayo, dedicado a la devoción mariana, os encomiendo a todos vosotros y a vuestra patria a la Virgen María, la esperanza de la Iglesia y de la humanidad. Que su Corazón Inmaculado os guíe siempre en la búsqueda constante de la verdad y de la paz auténtica.
(A los peregrinos procedentes de Praga)
Ayer habéis celebrado la fiesta de san Jan Sarkander. Este sacerdote supo vivir el misterio pascual: el Salvador fue para él fuerza también en el martirio. Del mismo modo sacad fuerza de la cruz de Cristo y de su resurrección.
(A los eslovacos)
Mañana se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. El Hijo eterno de Dios, que vivió treinta y tres años en la tierra para ser nuestro maestro y redentor, subió al cielo para prepararnos un lugar. Queridos hermanos y hermanas, cuando en la peregrinación que estáis realizando habéis llegado a la meta, Roma, os habéis llenado de alegría. Toda vuestra vida debe ser una peregrinación hacia la patria eterna, el cielo. Allí os espera la alegría eterna. Que os acompañe hacia esa meta la protección materna de la Virgen María y mi bendición apostólica.
(A los peregrinos de Vodice, localidad cercana a Liubliana)
Vuestra visita de acción de gracias a la ciudad eterna os colme de abundantes gracias humanas y espirituales, de forma que podáis testimoniar la alegría pascual con las obras.
(A los fieles croatas)
Este período que nos separa del jubileo debe reforzar en todo cristiano y en cada una de las comunidades cristianas la conciencia de que Cristo, redentor del mundo, es el único mediador entre Dios y los hombres, y no hay otro nombre bajo el cielo en el que podamos alcanzar la salvación (cf. Hch 4, 12), y que él ha revelado el designio de Dios respecto a toda la creación y, en particular, respecto al hombre y su altísima vocación.
(En italiano)
Dirijo, ahora, un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos, y a los recién casados.
A los jóvenes les deseo que conserven siempre el entusiasmo y la alegría de vivir mirando a Cristo, a quien la liturgia de mañana nos presenta mientras asciende al cielo.
A los enfermos les recomiendo que no se desanimen y que tengan la certeza de que el Señor está cerca de ellos y que sus sufrimientos son preciosos a sus ojos.
A los recién casados les invito a progresar siempre con confianza, esforzándose por crecer en el amor y cultivando un intenso espíritu de oración y una activa participación en la vida de la comunidad cristiana. A todos mi bendición.
* * *
Llamamiento de Su Santidad a los responsables
de los gobiernos sobre las armas químicas
Desde finales del mes pasado, está en vigor la Convención sobre la prohibición de las armas químicas, que representan un inmenso peligro para todo el mundo.
Al mismo tiempo que me congratulo por los esfuerzos constantes que han permitido alcanzar esta meta, hago un llamamiento a los responsables gubernativos a fin de que trabajen sin dilación para poner en práctica cuanto está previsto en dicha convención.
Toda la humanidad está esperando esa actitud, para poder mirar al futuro con más serenidad.
MUJER HE AHÍ A TU HIJO
MUJER HE AHÍ A TU HIJO
Jesús antes de morir desde la cruz nos entregó a su Madre, pero no para cuidar de ella, sino que es ella quien cuida de nosotros, es ella quien está atenta a nuestras necesidades, como lo estuvo cuando fue a visitar a Isabel que siendo anciana iba a dar a luz y no tenía quien la ayude y allí va María presurosa por las montañas de Judá (Cf. Lc 1,39-45) o en Caná cuando se da cuenta de la vergüenza que iban a pasar los nuevos esposos y le pide a Jesús que los ayude (Cf. Jn 2, 1-11).
Una madre hace de todo para cuidar a sus hijos, no le importa gastar y desgastar su vida para sacar adelante a sus hijos, ella pueda dejar de comer, de dormir, nunca está cansada para atender a sus hijos y no espera recompensa. Ella es feliz viendo que sus hijos son felices y sufre tanto cuando sus hijos van por un mal camino.
La madre, es la mujer valiente y sencilla, luchadora y rebelde, que conoce la alegría y el dolor, el llanto y la risa, el sufrimiento y el gozo, pero que a pesar de las dificultades siempre está en pie por sus hijos.
María Virgen y Madre, es venerada con gran devoción en el mundo entero, pero de una manera muy especial en América Latina, debido al acontecimiento Guadalupano, la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego ocurrido en el año 1531 del 9 al 12 de diciembre.
Los españoles llegados al nuevo continente querían imponer la fe por la fuerza, con las armas, sin ni siquiera conocer las costumbres, la cultura, la realidad de los indígenas y la Virgen se aparece para hacerles ver que la evangelización no es de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba o de la periferia hacia el centro.
Es San Juan Diego el elegido para ir a hablar con el Obispo, no es un sacerdote, un catequista, o un noble español, es un indígena que estaba conociendo la fe, que amaba a Dios y trataba de hacer su voluntad. En el encuentro de la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego, resuena en mi interior el magnificat, aquel cántico que María pronunció delante de su prima Isabel, como Dios se sirve de los esclavos para hacer obras grandes y por medio de los humildes derriba a los poderosos.
En la historia de muchos pueblos alrededor del mundo, en momentos difíciles ha aparecido la intercesión de María Virgen que viene en ayuda de sus hijos que claman su protección, hoy María auxilio de los cristianos y salud de los enfermos, como madre abnegada también está a nuestro lado.
La crisis sanitaria que estamos viviendo y que tras ella se agudizan otros problemas económicos, políticos, sociales que ya veníamos viviendo, como el desprecio por la vida, una economía neoliberal que sólo busca acumular más riquezas sin importarle la persona, la búsqueda del poder pisoteando a quien se me ponga al frente y tantas mentiras, egoísmos y soberbia, indiferencia y mezquindad, quedan desbaratados ante el COVID – 19.
Sumergidos ante el dolor y la muerte, la angustia y el confinamiento, el hambre y la desesperación, el desempleo y la violencia, sin saber qué hacer y el temor de contagio, en medio de todo esto se encuentran todas las personas, todos los países, la Iglesia.
Pero en medio de toda esta confusión aparecen madres valerosas, cuidando a sus hijos y que están dispuestas a dar la vida por ellos, madres que hacen de todo en sus casas para mantener con esperanza a los suyos de que todo esto va a pasar.
Es en este momento en que las palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego vuelven a resonar en nuestras mentes y corazones: «yo soy vuestra Madre misericordiosa, de ti, y de todos los hombres que viven unidos en esta tierra, y de todas las personas que me amen, los que me hablen, los que me busquen y los que en mí tienen confianza. Allí les escucharé sus lloros, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores… nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente… ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»
Ante estas palabras de nuestra Madre, sólo nos queda revisar nuestro modo de vivir, nuestras leyes, nuestros intereses, nuestras estrategias y nuestros planes pastorales. Quien mejor que la intercesora del mundo entero, la que siempre está atenta a nuestras necesidades y sabe lo que nos hace falta para que seamos realmente felices, María Madre de Dios y Madre nuestra que con tu intercesión tu Hijo Jesús nos ayude a salir de esta pandemia, como lo ha hecho en otros momentos de la historia.
P. Ronald La Barrera Villarreal
Vicerrector del CEBITEPAL
El Evangelio del 15 de septiembre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (19,25-27):
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (5,7-9):
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 30,2-3a.3b-4.5-6.15-16.20
R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí. R/.
Ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.
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La Historia de Juan el Amado
PARTE 1 de 8
CUESTIONES DE ORGULLO
Si hubieras conocido a Juan en su juventud, es probable que no te hubiera caído bien. Tenía un gran problema de orgullo. Se protegía a sí mismo a expensas de los demás, era impetuoso y detestaba que lo corrigieran. El joven también tenía mal carácter y una violenta sed de venganza. Y como si eso no fuera poco, también era muy crítico de los demás.
A pesar de todo esto, Jesús realmente amaba a Juan y vio que él tenía potencial heroico, honestidad y un corazón que reciprocaba su amor. Jesús sabía que, bajo la influencia correcta, Juan podía convertirse en un poderoso mensajero de bien y lo llamó a ser su discípulo.
A medida que maduró, Juan demostró haber sido una excelente elección. El era un amigo leal y un discípulo sincero y devoto que se convertiría en un gran líder de la comunidad cristiana primitiva.
Juan 21
Jesús se aparece a los discípulos junto al mar de Tiberias — Dice: Apacienta mis ovejas — Predice el martirio de Pedro y que Juan no habría de morir.
1 Después de esto, Jesús ase manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de aZebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron y subieron en una barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Y cuando ya amanecía, Jesús se presentó en la orilla, mas los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.
6 Y él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella, y se echó al mar.
8 Y los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, porque no estaban lejos de tierra sino como a doscientos codos.
9 Y cuando descendieron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.
10 Jesús les dijo: Traed de los peces que habéis pescado ahora.
11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.
12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: Tú, ¿quién eres?, sabiendo que era el Señor.
13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio; y asimismo del pescado.
14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.
15 Y cuando hubieron comido, Jesús le dijo a Simón Pedro: Simón hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Él le dijo: aApacienta mis corderos.
16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: aApacienta mis ovejas.
17 Le dijo la tercera vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Se entristeció Pedro de que le dijese por tercera vez: ¿Me amas?, y le dijo: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: aApacienta mis ovejas.
18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.
19 Y esto dijo dando a entender con qué amuerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, le dijo: Sígueme.
20 Volviéndose Pedro, vio a aquel adiscípulo a quien amaba Jesús, que los seguía, el que también en la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de bentregar?
21 Así que cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y este, qué?
22 Jesús le dijo: Si quiero que él se aquede hasta que yo venga, ¿qué a ti? bSígueme tú.
23 Entonces se dijo entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?
24 Este es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que aescribió estas cosas, y sabemos que su testimonio es bverdadero.
25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se aescribiesen cada una de ellas, pienso que ni aun en el mundo cabrían los blibros que se habrían de escribir. Amén.
Los 10 importantes momentos en los que aparece la Virgen María en el Nuevo Testamento
La Sagrada Biblia menciona varios momentos significativos en los que la Virgen María adquiere un papel protagonista o importante. Tanto en los Evangelios, como en los Hechos de los Apóstoles como en el Apocalipsis, la Virgen aparece mencionada en estos libros sagrados.
Genealogía de Jesucristo
San Mateo, en su Evangelio, habla del linaje de Jesucristo, mencionando a la Madre de Dios (San Mateo, 1-23). “Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo”.
La Anunciación
San Lucas (Lc 1, 26-38), cuenta que Dios envió al arcángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea. Se apareció a María, una joven que estaba desposada con José, descendiente de David. El ángel saludó a la Mujer: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Tras el saludo, dijo a la Virgen que iba a quedar encinta. Es el momento en el que la Virgen conoce que va a dar a luz al Hijo de Dios.
Visita a su prima Santa Isabel
Cuenta San Lucas (Lc 1, 39-45), que, la Virgen María, ya embarazada, visitó a su prima Isabel, sabiendo que también iba a dar a luz a un hijo -aunque parecía imposible-. Cuando se saludaron, el niño (San Juan Bautista) saltó en su seno. Isabel dijo: “Bendita tu entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Es el momento en el que jesús conoce a us primo.
Según San Juan Pablo II: “El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea (donde vivía su prima) usa el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en camino… podemos suponer que Lucas, con esta expresión quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador… parece invitar a ver en María a la primera evangelizadora, difundiendo la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino”.
Nacimiento de Cristo
Durante su gobierno, el emperador Octavio Augusto realizó varios censos. Uno de ellos, coincidió con el nacimiento de Cristo. Poco antes de nacer Jesús, escribió San Lucas (Lc 2, 8-14), que la Virgen María y San José acudieron hasta Belén para empadronarse. De este modo, obedecieron el edicto promulgado por el emperador.
Santa María, que estaba encinta, dió a luz a Jesús en Belén. Unos pastores, que estaban durmiendo, en pleno campo, vieron aparecerse a un ángel, que les anunció que en Belén, ciudad de David, acababa de nacer el Salvador, Cristo, el Señor. Les dijo que acudieran al portal, donde estaba el niño envuelto en pañales, reclinado en un pesebre, junto a sus padres. Acudieron a Belén, y allí adoraron al Niño Jesús. La Virgen María guardaba todo en su corazón. Los pastores se fueron glorificando y alabando a Dios.
Encuentro en el Templo de Jerusalén
Cuando se cumplieron 40 días del nacimiento de Jesús, explica San Lucas (Lc 2: 22-38), San José y Santa María le llevaron a Jerusalén, para consagrarle en el templo. Los hebreos, conforme a la ley de Moisés, llevaban a su hijo a Jerusalén para presentarlo al Señor, ofreciendo un par de tórtolas o dos palominos. María por tanto, cuando jesús es todavía un bebé, cumple con las tradiciones de su tiempo y de su pueblo.
Jesús con los doctores
Los israelitas acudían a Jerusalén para celebrar la fiesta de Pascua. Según san Lucas (Lc 2,42), en cierta ocasión, Jesús se quedó en el Templo, hablando con los doctores.
San José y la Virgen, regresando a Nazaret, se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos. Por ello, regresaron a Jerusalén para buscarle. Cuando le encontraron, la Virgen María le preguntó “Hijo, por qué nos has hecho esto? mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos”. En este pasaje podemos ver a una madre que se preocupa por su hijo, y a un Hijo que ya daba las primeras sñales de ser quien era.
Las Bodas de Caná
Antes de comenzar su vida pública (Jn 2, 1-2), Jesús y la Virgen María fueron a Caná, invitados a unas bodas. Comenzaba a escasear el vino, algo considerado como vergonzoso en esa época. Por ello, en cuanto María se enteró, como buena madre, le pidió a su Hijo que ayudara a los anfitriones. Jesús le respondió “Mujer ¿Por qué me estás diciendo esto a mí”?, pues aún no era el tiempo en que se iba a revelar. Pero obró un gran milagro, convirtiendo el agua en vino. Ayudó mucho a los anfitriones, pues los invitados pensaron que habían dejado el mejor vino para el final. **Papel de la Virgen como la que provoca el primer milagro de Jesús en sociedad**
Santa María Madre de Dios
San Marcos cuenta en el Evangelio (Mc 3, 31-35) que un día le dijeron a Jesús que su madre y sus hermanos (primos en el antiguo Israel), estaban esperándole. Él dijo que, quien cumple la voluntad de Dios, es su hermano, su hermana y su madre.
Santa María acompañando a Jesús a la cruz
Caminando al monte Gólgota, donde Jesús fue crucificado, la Virgen María vivió sus momentos más dolorosos. Siguiendo a Jesucristo, cuentan los evangelistas, se encontró con Él. Sus miradas se cruzaron. Ella lo comprendió, sabe que es su madre, pero también hija suya. Le vió sufrir, por todos los hombres, mientras que ella también sufrió. Recordó que una espada iba a traspasarla, comprendiendo a lo que Simeón se refería cuando nació su Hijo.
Ya en la cruz, Jesús le dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu madre (Jn 19, 26-27). Desde aquella hora, afirma el apóstol, el discípulo la recibió en su casa. Por ello, la Virgen María también es Madre de todos los cristianos. En Éfeso, actual Turquía, se conserva una casa considerada como “De la Virgen María”. Cuenta la tradición que el Apostol San Juan vivió con la Virgen, después de la crucifixión de Cristo, huyendo de la persecución de Jerusalén.
Cuando Jesucristo ya estaba muerto, le bajaron de la cruz y se lo entregaron a su Madre (Jn 19, 38). Fue enterrado en un terreno que tenía José de Arimatea. Se trata de un discípulo de Jesús. Era seguidor suyo, aunque no lo decía publicamente por miedo a los hebreos. Pidió a Poncio Pilatos, gobernador romano, el cuerpo de Jesús. Junto a Nicodemo, que también era seguidor de Jesús, enterró el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo.
Santa María durante los últimos libros del Nuevo Testamento
Pero, la vida de la Virgen María no terminó con el Evangelio de San Juan. Según los Hechos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús perseveraban unánimes en la oración: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hechos de los Apóstoles: 1, 12-14). Como en la Anunciación, la Virgen recibió al Espíritu Santo, perseverando en la misión que tiene en la historia de salvación.
Santa María es Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Trabaja para ayudar a los cristianos, continuando con la obra de Jesús. Colabora en la difusión de la Palabra, en la ayuda a los más necesitados.
Pero de la Virgen también se habla en el Apocalipsis (Ap: 12, 1 y siguientes), como una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas sobre su cabeza), como protectora de los cristianos y ayudando al triunfo de Cristo.
¿Por qué dejó Jesús a María al cuidado de Juan?
Se cree que María tenía hijos e hijas. Entonces ¿por qué la dejó Jesús al cuidado de Juan, diciendo he allí a tu madre?
Me refiero a Juan 19:26, 27 que dice: » Cuando Jesús vio a su madre allí, y al discípulo a quien Él amó, de pie junto ella, Él le dijo, » a la Mujer, he aquí a tu hijo, » y al discípulo, » He aquí está tu madre. » A partir de aquel momento, este discípulo la tomó en su casa. «
Juan tendría cuidado de María
La razón por la que Jesús dejó a su madre al cuidado de Juan y no al cuidado de uno de sus hermanos, es, probablemente, porque ninguno de sus hermanos creían en Él en aquel tiempo. Más tarde sus hermanos Jacobo (Galatas 1:19) y Judas (Judas 1:1) lo reconocerían como el Salvador (Judas 1:1) y probablemente sus otros hermanos también (1 Corintios 9:5). Pero cuando Jesús colgaba de la cruz, el hombre espiritualmente más cercano a Jesús y a María debe haber sido Juan. Juan era el discípulo a quien Jesús amaba (Juan:13:23; 20:2; 21:7; 21:20). Podemos ver aquí que el Señor valoró mas el parentesco espiritual sobre el parentesco biológico.
La tía de Jesús
Habiendo que dicho esto, Jesús y Juan eran en realidad primos. Entonces Jesús todavía confiaba su madre a un pariente, aunque familia menos cercana que sus propios hermanos. Cuando Jesús colgaba sobre la cruz, varias mujeres miraban. Marcos 15:40 cataloga a María Magdalena, otra María y una mujer llamada Salomé. En Juan 19:25 esta mujer Salomé se menciona como la hermana de la madre de Jesús, por lo tanto la tía de Jesús. Entonces en Mateo 27:56 llaman a Salomé la madre de los hijos de Zebedeo, en otras palabras, la madre de Juan y Jacobo, quienes eran los hijos de Zebedeo (Mateo 4:21).
Es un detalle interesante que en Juan 19:25 se señala a las mujeres como quienes estaban al lado de la cruz, incluyendo a la madre de Juan, Salome.
Un versículo más tarde, Jesús confió a su madre al cuidado de Juan, en la presencia misma de la madre de Juan y la tía de Jesús.
La madurez espiritual de Juan
Juan debe haber sido muy pobre, considerando el hecho que había estado seguramnte desempleado durante los tres años pasados. Después de todo, él había estado siguiendo Cristo. De todos modos él debe haber tenido los medios para cuidar de María. Jesús debe haber valorado la madurez espiritual de Juan sobre sus bienes materiales.
El hecho de que Jesús confíase su madre al cuidado de Juan otra vez nos da la perspectiva de su profundo amor y preocupación por los otros, incluso cuando Él mismo estaba en agonía terrible. Él vio el dolor crudo en los ojos de su madre, la espada que perforó su alma, y él la aseguró en la gran sabiduría y el amor seleccionando al discípulo que siempre obtuvo la mayor parte de su cariño entre el grupo.
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Iglesia Evangélica de Alcorcón
Mujer he aquí tu hijo, Hijo he aquí tu Madre Juan 19:26-27
26 Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
—Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al discípulo:
—He ahí tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. Juan 19:26-27
María, la madre de Jesús, sufrió esa última semana. Quizás los rumores que se decían que querían matar a Jesús no eran tan cierto, habrá pensado. Es que no tiene sentido, ¿Por qué, habrán querido matarlo? El hace cosas maravillosas, cura a los enfermos, da de comer a muchos, hace milagros… por 400 años no se había visto eso.. pero ahora… ¿Por qué lo van a matar? Sería una locura ¿verdad? Me Imagino que se recordaba de esta experiencia:
30 Entonces el ángel le dijo:
—María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin. Luk 1:29-33
Pero hoy está experimentado, pérdida, tristeza, confusión, llanto, sufrimiento, porque ve a su hijo crucificado, experimentando la muerte más dura que un ser humano ha inventado. Los Persas habían inventado esta forma de tortura y los Romanos lo perfeccionaron. El objetivo era que alguien muriera bajo sufrimiento máximo. Y allí vemos al Señor, inocente, porque no había hecho algo malo, pero aun así está siendo crucificado. Y vemos a María, su madre, quien lo observa dar sus últimos respiros. Qué difícil y horrible ha de haber sido el haber presenciado eso por su Madre.
Ella impotente, ¿qué podía hacer?, nada. Su hijo muere en la cruz. ¿Pero acaso no iba a ser grande? ¿Acaso no era el hijo del Altísimo? Igual que el resto María no entiende , no comprende. En el corazón de María hay tristeza…
Jesús fue su primogénito ya ves. Ellos han de haber tenido una relación bien cercana. Después de haber muerto José, Jesús ha de haber provisto para su familia. El ha de haber trabajado como carpintero, porque ese era la profesión de José, pero el punto es que proveyó para ella, sus hermanos y hermanas.(Mateo 13:56, Juan 7:1-10, Hechos 1:14). Haber vivido con Cristo, como Madre ella se ha de haber gozado. El Señor ha de haber sido el mejor hijo que haya existido. Le ha de haber contado las maravillas de Dios. Le ha de haber explicado las escrituras. El era su hijo y ella su madre. El le servía y creo que deberíamos de hacer así con la madre de uno.
Y en la cruz, imagínense entonces a esta mujer, emocionalmente desbaratada, quebrantada su espíritu. Su hijo va a morir, y ha sido torturado, desfigurado. Cuando en eso el Señor la ve, y con una mirada tierna, le ha de haber buscado sus ojos, y sin parar de verla dice: Juan, he ahí tu Madre. Quizás buscando como sonreirle, porque su cara está inflamada, le anima. Pero el mensaje es directo e impactante. En otras palabras podemos decir que le dice a Juan:, yo voy a morir y necesito que cuides a mi Madre. Ve, recíbela como tu madre. Cuídala como yo la he cuidado.
El amor de la madre. Hasta en esos momentos tan duros ella se encuentra con El. Las palabras de Simeón en Lucas 2:33 resuenan y es lo que estaba pasando en ese momento:
José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. 34 Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:
—Este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha 35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. Lucas 2:33-35
Esa espada estaba traspasando su alma en ese momento. Pero ahora El le pide a su discípulo que se la cuide. Y el discípulo a quien Cristo amaba, Juan que también le amaba, la cuida, y sigue lo que el Señor le pidió. Estuvo con el Maestro por tres años y lo vio Amar. Y así hizo el discípulo amado.
Pero no podemos olvidarnos de las circunstancias. La tristeza de la situación.
Debemos darnos cuentas de las lecciones del Señor desde la cruz.
Amemos a las viudas. Sirvámosle. El Señor aun desde la cruz nos recuerda de eso.
Amemos a nuestras madres. Jesús amó a su Madre.
Cómo discípulos que somos del Señor, nos ama, y que privilegio es que bajo el cuidado de nosotros El pone a todos los necesitados. A quienes el Señor ama les encarga a que amemos a otros. Porque si somos recipientes del amor de Dios entonces es un deber el darlo.
Así que cumplamos con los que nos pide.
Ayúdanos Señor a poder cumplir tus mandamientos!
Al Pie de la Cruz Juan 19:25-27 Pastor Misael Valenzuela
Mujer, he ahí a tu hijo
María se convierte en Madre en la obra de la salvación.
Por: Ministerio Unción de Costa Rica | Fuente: Ministerio Unción de Costa Rica
Después de recordar la presencia de María y de las demás mujeres al pie de la cruz del Señor, san Juan refiere: “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “He ahí a tu madre” (Jn 19, 26-27).
Estas palabras, particularmente conmovedoras, constituyen una “escena de revelación”: revelan los profundos sentimientos de Cristo en su agonía y entrañan una gran riqueza de significados para la fe y la espiritualidad cristiana. En efecto, el Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su Madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos.
Esas palabras, interpretadas a veces únicamente como manifestación de la piedad filial de Jesús hacia su Madre, encomendada para el futuro al discípulo predilecto, van mucho más allá de la necesidad contingente de resolver un problema familiar. En efecto, la consideración atenta del texto, confirmada por la interpretación de muchos Padres y por el común sentir eclesial, con esa doble entrega de Jesús, nos sitúa ante uno de los hechos más importantes para comprender el papel de la Virgen en la economía de la salvación.
Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan que su principal intención no es confiar su Madre a Juan, sino entregar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna. Además, el apelativo “mujer”, que Jesús usa también en las bodas de Caná para llevar a María a una nueva dimensión de su misión de Madre, muestra que las palabras del Salvador no son fruto de un simple sentimiento de afecto filial, sino que quieren situarse en un plano más elevado.
La muerte de Jesús, a pesar de causar el máximo sufrimiento en María, no cambia de por sí sus condiciones habituales de vida. En efecto, al salir de Nazaret para comenzar su vida pública, Jesús ya había dejado sola a su Madre. Además, la presencia al pie de la cruz de su pariente María de Cleofás permite suponer que la Virgen mantenía buenas relaciones con su familia y sus parientes, entre los cuales podía haber encontrado acogida después de la muerte de su Hijo.
Las palabras de Jesús, por el contrario, asumen su significado más auténtico en el marco de la misión salvífica. Pronunciadas en el momento del sacrificio redentor, esa circunstancia les confiere su valor más alto. En efecto, el evangelista, después de las expresiones de Jesús a su Madre, añade un inciso significativo: “sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido” (Jn 19, 28), como si quisiera subrayar que había culminado su sacrificio al encomendar su Madre a Juan y, en él, a todos los hombres, de los que Ella se convierte en Madre en la obra de la salvación.
La realidad que producen las palabras de Jesús, es decir, la maternidad de María con respecto al discípulo, constituye un nuevo signo del gran amor que impulsó a Jesús a dar su vida por todos los hombres. En el Calvario ese amor se manifiesta al entregar una madre, la suya, que así se convierte también en Madre nuestra.
Es preciso recordar que, según la tradición, de hecho, la Virgen reconoció a Juan como hijo suyo; pero ese privilegio fue interpretado por el pueblo cristiano, ya desde el inicio, como signo de una generación espiritual referida a la humanidad entera.
La maternidad universal de María, la “Mujer” de las bodas de Caná y del Calvario, recuerda a Eva, “madre de todos los vivientes” (Gn 3, 20). Sin embargo, mientras ésta había contribuido al ingreso del pecado en el mundo, la nueva Eva, María, coopera en el acontecimiento salvífico de la Redención. Así en la Virgen, la figura de la “mujer” queda rehabilitada y la maternidad asume la tarea de difundir entre los hombres la vida nueva en Cristo.
Con miras a esa misión, a la Madre se le pide el sacrificio, para Ella muy doloroso, de aceptar la muerte de su Unigénito. Las palabras de Jesús: “Mujer, he ahí a tu hijo”, permiten a María intuir la nueva relación materna que prolongaría y ampliaría la anterior. Su “sí” a ese proyecto constituye, por consiguiente, una aceptación del sacrificio de Cristo, que Ella generosamente acoge, adhiriéndose a la voluntad divina. Aunque en el designio de Dios la maternidad de María estaba destinada desde el inicio a extenderse a toda la humanidad, sólo en el Calvario, en virtud del sacrificio de Cristo, se manifiesta en su dimensión universal.
Las palabras de Jesús: “He ahí a tu hijo”, realizan lo que expresan, constituyendo a María Madre de Juan y de todos los discípulos destinados a recibir el don de la gracia divina.
Jesús en la cruz no proclamó formalmente la maternidad universal de María, pero instauró una relación materna concreta entre Ella y el discípulo predilecto. En esta opción del Señor se puede descubrir la preocupación de que esa maternidad no sea interpretada en sentido vago, sino que indique la intensa y personal relación de María con cada uno de los cristianos.
Ojalá que cada uno de nosotros, precisamente por esta maternidad universal concreta de María, reconozca plenamente en Ella a su Madre, encomendándose con confianza a su amor materno.
«Mujer, ahí tienes a tu hijo. […] Ahí tienes a tu madre» (Juan 19, 26-27).
«Mujer, ahí tienes a tu hijo. […] Ahí tienes a tu madre» Juan, 19, 26-27
Clavado en la cruz, sufriendo el dolor del peso sobre los clavos,
Cristo mira a su madre, mira a Juan, y ve en ellos a su familia, a sus hermanos.
A lo largo de toda su vida Jesús vivió con su familia, con sus seres queridos, y eso no cambió ni cuando comenzó a predicar el evangelio. Si primero fueron sus padres, luego fueron sus nuevos hermanos, esos que llamó por su nombre para que le siguieran en su caminar diario.
Jesús siente como propio, no lo sangre ni apellidos,
sino el amor que desborda y que le pone de orgullo el pecho henchido.
¡Mujer! pues María es más que una madre, es una gran mujer, es la mujer que supo vivir sin pecado, supo servir sin ansias, supo estar siempre a su lado. María no ocupó un lugar que no debiera, supo estar siempre allí donde a Dios servía y a su hijo conviniera. Ella es ejemplo de sabiduría, de esperanza y de consuelo, aunque sea madre, es mujer que con su vida logró unir a todos con su afán de cariño y amor sincero.
María es la certeza de la entrega y el corazón lleno,
guarda en él las mil historias, alegrías e incluso sus miedos.
Aunque en el interior de María anidase la preocupación, nunca lo exteriorizó, y en estos momentos de mayor dolor, solo cabía en su alma el sufrimiento que ve en su hijo. No reclama para sí nada, aunque legítimamente pudiera pedirle a Dios lo que quisiera, ella bien sabe que todo eso es injusto e innecesario, pero mira a su hijo, haciendo suyo su calvario. Quisiera borrarle con sus lágrimas el sufrimiento que ve, y es por ello que no se priva de acompañarle en todo momento, pues si en algo puede quiere ser ella su sostén.
Juan es más que un discípulo, o un nuevo hermano,
es el cariño y la caricia de Jesús para a su madre estar siempre cercano
En Juan, el discípulo amado, nos podemos ver todos reflejados, si María fue para Jesús el paño para aliviarlo, Juan lo es de Jesús para ser te quiero a su madre y a sus hermanos. Nosotros, también somos discípulos amados, que hemos de servir como paño para aliviarlo, también lo somos para sus discípulos y seres amados.
Somos esperanza, somos luz,
somos familia y somos cruz,
somos ilusión y somos duelo,
somos la confianza de Jesús de ofrecer consuelo.
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